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"Los tehuelches. Un paseo etnohistórico", Mariela Eva Rodríguez y Walter Delrio

El siguiente recurso a analizar es el capítulo “Los tehuelches. Un paseo etnohistórico” de la obra El Gran Libro de Santa Cruz (2000), escrito por Mariela Eva Rodríguez y Walter Delrio. En este se analiza la cuestión de los tehuelches desde el prisma de la etnohistoria, considerando que es una ciencia que funciona a modo de contrarrelato: si la historia produce un discurso, y por ende fuentes, en base a la mirada occidental (“nosotros”)  y los colonizadores, la etnohistoria se ocupa de reconstruir una narrativa desde la vivencia de los pueblos originarios (“los otros”). Estas fuentes tradicionales a las que se hace referencia son los relatos de los viajeros y misioneros, las cuales servirían como fuente principal para la etnografía (naturalista y esencialista) y su interés por definir y delimitar a estos grupos en base a la lógica hegemónica del momento de la civilización frente a la barbarie. En otras palabras, no se habría seguido realmente una explicación teórico-metodológica, y además de reproducir un discurso oficial envuelto en “prejuicios y distorsiones”, quedaría al margen la terminología que empleaban los aborígenes para definirse a ellos mismos (y de esta manera haciendo incluso más compleja la cuestión para la historiografía posterior). Por consiguiente, los autores simplifican su aportación afirmando que “no debiera perderse de vista que el concepto de etnicidad es una categoría social y, como tal, nunca está fija o cristalizada, sino que cambia constantemente.

Primeramente, el trabajo se divide en dos apartados: el modelo tehuelche y la crítica hacia dicho modelo. A lo largo de los mismos, se exponen una serie de autores que han influido notablemente en la historiografía sobre la cuestión. Si se atiende al modelo tehuelche de mitad del siglo XX (Vignati, Escalada, Casamiquela y Sarasola), hay un punto común sobre el cual se divide a los tehuelches en entidades muy precisadas en función de la cacería, viviendas, vestimenta, … y, sobre todo, en torno a la monta del caballo (una actividad representativa de los tehuelches y que, en este modelo, se tomó para hacer una diferenciación bastante fija entre el norte y sur, es decir, entre los que montaban a caballo en su cotidianidad y los que solo montaban a caballo el cacique y su mujer, respectivamente). Es decir, se hace un análisis tomando elementos propensos a lo descriptivo. Por su parte, también se insistía en la idea de categorizarlos como cazadores nómadas y que con la araucanización fue desapareciendo la cultura tehuelche.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por otra parte, en las dos últimas décadas del siglo XX la historiografía comienza a aportar nuevas perspectivas. Con Nacuzzi a la cabeza, se expone una crítica a lo anterior con un nexo común que era la rigidez y homogeneidad que se tenía en el concepto del tehuelche. Habla de relaciones interétnicas y los límites de los grupos étnicos, afirmando que no se trata de la idea tan fija que se proponía previamente. Por ejemplo, los ríos Chubut y Santa Cruz no habrían funcionado como fronteras naturales que dividiesen de forma concisa distintos subgrupos. Esto está interrelacionado con el hecho de que los tehuelches tenían un gran conocimiento sobre el paisaje y una visión de futuro, algo no concebido por la historiografía tradicional.

Dentro de esta nueva perspectiva, es interesante destacar en concreto cómo se lleva a cabo una conexión entre el proceso de conquista del desierto y la conexión con la araucanización de las Pampas (en el cual hay un debate historiográfico importante) desde este contrarrelato. Cuando se independiza Chile hay una fuerte migración al otro lado de la cordillera, no obstante, ya de antes había relaciones entre los mapuches y los grupos pampas que provocaron cambios previos a los producidos por las migraciones de la independencia (la cordillera no sirve para establecer un límite étnico, las fronteras naturales no funcionan de forma tan sencilla). Lo que ocurre con esto tiene que ver de nuevo con el relato “civilización” vs barbarie”. Textualmente, dice en el capítulo:

“La preocupación por la “araucanización” se encuentra estrechamente ligada a la consolidación de los estados nacionales –chileno y argentino- a fines del siglo XIX y, especialmente, a la necesidad de especificar cuál era el origen de los grupos que poblaban los territorios incorporados por tales estados. [...] era importante apropiarlo antes que lo hiciera Chile, que los aborígenes representaban la “barbarie” en oposición a la nación “civilizada” y que el origen de estos indígenas “belicosos” estaba en Chile. Entre estas campañas se encuentra la “Expedición al Desierto” la cual tenía, por lo menos, cuatro objetivos reconocibles: [...] homogeneizar a la población a partir del modelo civilizatorio propuesto por la nación”.

Por ende, el contrarrelato actual critica estas premisas, se deja de lado el concepto de chilenos agresores que llegan a la Pampa-Patagonia y que hay que conquistar y homogeneizar mediante un modelo civilizatorio. Ahora se sabe que ya había previas relaciones interétnicas. Cabe mencionar que cuando se independiza el virreinato del Río de la Plata los tehuelches se quedan estáticos, ya que el estado argentino aún tiene una estructura muy provincial, no interviene sobre estos grupos y no es un estado más centralizado hasta mediados del siglo XIX. Cuando ya está más consolidado se lleva a cabo la conquista del desierto. Durante este proceso, paralelamente a la conquista se va forjando un nuevo estatus social, dentro del cual se estaba forjando la entidad nacional frente a lo extranjero, se aprecia la alteridad de conceptos contrapuestos (“nosotros” frente a “los otros”, “civilización” frente a “barbarie”). Una de las medidas más claras que se tomó al respecto fueron las reservas, donde los indígenas dejan de ser ciudadanos y son desplazados no solo jurídica y espacialmente, sino en lo que respecta a sus dinámicas originarias, sus tradiciones y, en suma, la pertenencia y lo colectivo. En otras palabras, es un proceso ilustrativo del porqué de ese contrarrelato que propone Nacuzzi.

Además, es preciso rescatar una de las frases clave de Nacuzzi sobre los conquistadores y colonizadores de estos grupos indígenas: “no era una preocupación clave delimitar grupos y naciones, sino que sólo necesitaban identificar a la población nativa de alguna manera –con fines, puramente prácticos, administrativos o políticos”. No solo es una afirmación que resume todo lo expuesto, sino que tiene una importante conexión con la actualidad. El estado argentino actualmente se presenta como neutral en este sentido, no obstante sigue señalando a la población indígena como “los otros” o la diferencia como “pueblos indígenas argentinos”. Es decir, los integra pero mantiene el imaginario de “nosotros” frente a “los otros”, sigue nutriéndose ideológicamente de esa alteridad. Según Anderson, una comunidad no se crea en base a una supuesta autenticidad sostenida por argumentos formados desde el poder, sino por el contacto y las dinámicas de relacionalidad, o lo que es lo mismo, la pertenencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A modo de cierre, cabe señalar la importancia del trabajo de Mariela Rodríguez y Walter Delrio, así como su influencia en el estudio de los tehuelches. Destaca la sencillez y claridad a la hora de abordar la cuestión, sirviendo como referente a la hora de introducirse en el tema desde una perspectiva actual. Además, cuenta con un lenguaje bastante accesible, tomando conceptos contrapuestos como “civilización” y “barbarie” o “nosotros” frente a “los otros”, términos que recogen a la perfección la problemática de la alteridad a la que se enfrenta el contrarrelato hoy en día. De hecho, esa es la clave del trabajo, exponer el discurso oficial a lo largo de todo el capítulo como punto de partida para entender las críticas a los modelos tehuelches previamente establecidos dentro de ese recorrido historiográfico que se hace, ya que no se puede dar por sentado lo que afirma la visión tradicional y hegemónica para avanzar en el estudio de estas poblaciones.

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